lunes, 9 de febrero de 2009

Martín llega al instituto


Es difícil explicar cosas de religión en clase de historia. Por eso, para hablar del luteranismo recurriré a una historieta más cercana a vosotros/as:

Martín es un profesor joven y entusiasta. Acaba de llegar al instituto de Wittenberg, un barrio a las afueras de una gran ciudad. Nada de lo que ve allí le gusta: el profesorado es básicamente incompetente, la de matemáticas no sabe hacer raíces cuadradas, el de Geografía no localiza Asia en un mapa, y el jefe de estudios... mejor dejarlo. Nadie está preparado, y además cometen múltiples irregularidades: se esconden a fumar en el lavabo de profesores, se esconden para no hacer las guardias de patio, compran cargos directivos... y, a la hora de dar las notas, suelen ser muy generosos para evitar protestas y, cuando suspenden, venden unos cupones que permiten subir la nota en la asignatura que el alumno comprador desee. Y con el dinero que sacan se harán una sala de profesores superchula, con minibar incluido.

Pero el desazón de martín, su malestar, es todavía más profundo. Su principal duda es: ¿ cuándo un alumno es un buen alumno? No se refiere lógicamente a aquellos que suspenden todo, que no trabajan, sino a aquellos que, examen tras examen, ejercicio tras ejercicio, lo hacen todo bien, y sacan hasta un diez en la asignatura... ¿ son ellos buenos alumnos? Porque a veces ese/a alumno/a no presta atención en la clase porque está haciendo los ejercicios de otra asignatura, que sólo mira del libro de texto lo que entra para el examen, que no participa en ninguna actividad voluntaria si no es para nota, que copia si puede... eso sí, las notas son brillantísimas académicamente, los examenes son realmente perfectos, y los trabajos, abrumadores... ¿ es un/a buen alumno/a?

Martín piensa que un alumno bueno es aquel que hace las cosas porque debe hacerlas, está en su condición de estudiante. Y, además, le gusta absorber nuevos conocimientos, tiene curiosidad por las cosas, pregunta dudas por el mero hecho de solucionarlas, lee libros aunque no entren en ningún examen. Y tampoco hace falta que ningún profesor se lo exija, él tiene libertad e interés para hacerlo por su cuenta. Porque lo de las buenas notas, piensa Martín, vendrá sin duda por añadidura.

Martín ya no puede más, y decide colgar, en la puerta del instituto, un texto con sus nuevas ideas


Bueno, ahora sustituid profesorado por sacerdotes, instituto por Iglesia, cupones por indulgencias, buen alumno por buen cristiano, examenes de 10 por buenas obras, "hacer las cosas porque debe hacerlas" por justificación por la fe, y "no hace falta que ningún profesor se lo exija" por sacerdocio universal. Y os sale el LUTERANISMO

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